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Ingeniero Juan Encinas Blanco.

 

A fines de 1964 murió Batuc, uno de los pueblos más antiguos de Sonora, sacrificado junto con Tepupa y Suaqui al construirse la presa el Novillo.Triste fin para un pueblo muy importante durante la época Colonial.

En este libro se podrá encontrar un poco de historia de un sitio importante de la nación Opata, y de una iglesia diseñada por jesuitas y construida por indios opatas, considerada como la más hermosa y mejor construida de la época misional de Sonora, orgullo de Batuc y de sus habitantes.

Construida por el jesuita sueco-alemán Alejandro Rapicani entre 1744 y 1767, fue la única de toda la provincia de Sonora edificada totalmente de cantera, al contrario de todas las demás iglesias que se construían con muros de adobe y techos de madera.Pero antes de que Batuc y su templo pasaran al panteón del olvido, es necesario contar su historia, de sacarlos a la luz, para dejar constancia de que alguna vez existió una magnifica iglesia en ese humilde pueblo, admirada por muchos cronistas antiguos y por profesionales modernos. Este fue el propósito de este libro.

¿Cómo se edificó ese esplendido templo en un lugar –una misión en ese entonces de alrededor de 300 habitantes- remontado entre las serranías de Sonora? ¿Cuál fue el propósito del jesuita Alejandro Rapicani y de su arquitecto desconocido para proyectar dicha obra, única en Sonora edificada totalmente de “cal y canto”?

 

Pero, ¿un libro dedicado a una iglesia derrumbada? ¿Por qué no?, tratándose de un notable templo cuyas ruinas, a 275 años de construido, todavía sobresalen del embalse de la presa “El Novillo”. En algunos años de prolongada sequía, cuando baja el nivel de las aguas de la gran presa, se descubre el suelo donde alguna vez se asentó Batuc, y se podrán visitar las ruinas de lo que fue el mayor timbre de orgullo del pueblo y de sus habitantes: la antigua iglesia San Francisco Javier, la joya arquitectónica que le dio lustre a Batuc, y que ahora [TEMPLOS DE LA MEMORIA] a 275 años de que se iniciara su construcción, permanece en pie solo una parte de aquella magnifica construcción, hoy una mole solitaria, pétrea, de lo que fue una iglesia, con su frente descarado y mutilado.

El gigante de cantera que fue el viejo e histórico templo se niega a morir del todo, resistiendo los embates del agua, del tiempo y del hombre, a veces sumergido y otras emergido, el que fuera considerado por muchos como la mejor iglesia de Sonora. Triste destino de la magnífica y bella iglesia que el insigne padre jesuita Alejandro Rapicani la erigiera pensando en la posteridad, desaparecido este, pero sobreviviendo aquella: maltrecha, mutilada, desgarrada, pero aun de pie lo que de ella queda, como queriendo que aquel noble y esforzado jesuita europeo se sintiera -en la Gloria- orgulloso de ella, pero diciendo: Una parte mía sigue en Batuc, otra en Hermosillo y también algo de mí en Caborca.

Un pueblo de 335 años de existencia, fundado hace casi siglos, 300 años después del establecimiento de los Mexicas en Tenochtitlan, y a solo 108 años desde la caída de la capital Azteca ante los españoles, Batuc desapareció como tal en 1964. Solo queda de él parte de lo que fue su querido templo: San Francisco Javier, el que resistió incólume desde su construcción casi siglo y medio; otro medio siglo más, después de que la madre tierra la hirió de gravedad cuando se estremeció en 1887 por el temblor de Bavispe; hasta que sufrió su primer derrumbe parcial al colapsar las bóvedas de su nave en 1935, y luego que el hombre, la naturaleza y el tiempo decretaran la hora de su muerte, a partir de 1964, la cual se aproxima poco a poco en una lenta agonía, resistiéndose a morir del todo.

El libro no solo trata de la iglesia San Francisco Javier, sino que la inserta en el contexto geográfico, social, histórico y religioso del pueblo donde se edificó: la misión La Asunción y San Francisco Javier de Batuco, fundada por el jesuita español Martin de Azpilcueta en 1629, en territorio de la nación opata. En esta obra se hace un muy breve recuento de la colonización, civilización y evangelización de Sonora por los exploradores españoles y los misioneros jesuitas; y, en forma más extensa, de la inmensa labor desarrollada por estos en Sonora, y en especial en lo concerniente a Batuc: su fundación, sus misioneros hasta la expulsión y los curas párrocos de dicho pueblo hasta su desaparición.

El tema central del libro es la iglesia de San Francisco Javier, su vida y su muerte: su arquitectura y construcción, los detalles arquitectónicos relevantes, sus objetos artísticos y de culto; los inventarios, etcétera. Se habla del gran sismo de Bavispe de 1887 y de los daños que causó en el templo de Batuc, el desplome de sus bóvedas y la reconstrucción del techo.

Fotografía de la Iglesia de Batuc. Tomada del libro Iglesia Sumergida. Página 134. Con permiso del autor.

Esta obra tiene, primordialmente, un carácter documental e informativo, tanto gráfico y fotográfico, como de reseña histórica. El libro por lo demás, no es el producto de un trabajo exclusivo del autor, sino que está basado en el esfuerzo colectivo de muchas personas del pasado y del presente, que dejaron constancia escrita de lo que vivieron y observaron, y está fundamentado, en su mayor parte, en las crónicas, cartas, libros y artículos periodísticos que escribieron dichas personas: Nentuig, Pfefferkorn, el “Viejo” Mendez, Segesser, Fray Antonio de los Reyes, Decorme, Pradeau, Acuña Galvez, Lopez Yescas, Molina Molina, A. Encinas Blanco, Giuliana Ancidei, Horacio Sobarzo, etcétera, solo por citar algunos.


Se documentan también, los estudios realizados de los tres pueblos: Suaqui, Tepupa y Batuc, por estudiantes de la Jolla, California y de la Universidad de Sonora; el proyecto para el traslado de su frontispicio hecho por estudiantes de esa Universidad y la reconstrucción de este en la plaza de los tres pueblos de Hermosillo y, como parte final, el desalojo, éxodo e inundación de Batuc, y el derrumbe paulatino del templo y sus ruinas.


Epilogo: Suaqui, Tepupa y Batuc ya no serán más; exiliados, sus habitantes salvaron del naufragio la memoria a su pueblo. El antiguo Batuc ya no podrá generar mas recuerdos entre sus habitantes, ya no sonaran las campanas de su iglesia, ni las gentes se reunirán en su plaza; pero de su paso majestuoso y posteriormente trágico nos habla la presente obra, y cuando el mutilado templo termine por formar parte del suelo en el que estampo su pie, los hechos de sus cronistas serán un palacio en la memoria que nos aleccione.

Pintura de la Inmaculada Concepción en la Iglesia de Batuc, con San Juan Evangelista a la izquierda y a la derecha el teologo Juan Duns Scoto. Tomada del libro Iglesia Sumergida. Página 212. Con permiso del autor.

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